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Las consecuencias invisibles del coronavirus

Opinión de Gisela Scaglia para La Nación. En este momento de adversidad pareciera que el único consuelo que encontramos es repetir compulsivamente la conocida frase «esto también pasará». Pero si algo debemos aprender de la pandemia de la Covid-19 es que si no impulsamos un verdadero cambio a nivel global este será el mundo que nos tocará habitar a nosotros mismos, no solo el que le dejaremos a nuestros hijos.

El futuro llegó más rápido y mucho más convulsionado de lo que podíamos imaginar y no estuvimos a la altura de las circunstancias. Esto no puede volver a suceder. Debemos aprender del impacto que tienen las enfermedades infecciosas que ya conocíamos (como la tuberculosis, el VIH/SIDA o la malaria) tanto en nuestra comunidad como en nuestras economías. Y a partir de ese aprendizaje comprometernos para trabajar en pos de la prevención de antiguas y nuevas enfermedades.

Estudios recientes demuestran que a nivel mundial, con un promedio de 3 meses de confinamiento y un proceso de recomposición prolongado de 10 meses, se generarán 6.3 millones de casos adicionales de tuberculosis y 1.4 millones de muertes adicionales entre 2020 y 2025 por esta enfermedad.

¿Pero la tuberculosis no estaba erradicada? ¿No nos vacunamos para ello? La respuesta es negativa: no existe una vacuna que nos inmunice contra la tuberculosis y, lo que es aún más grave, esta enfermedad mata 4 mil personas por día en el mundo, es decir 1.5 millones de muertes por año. Algo que seguramente sorprende aún más es que, según los últimos datos disponibles, se estima que 10 millones de personas se enfermaron de tuberculosis en 2018, de las cuales casi medio millón generó resistencia a las drogas aplicadas en el tratamiento. Del total de casos, 3 millones de personas no han sido diagnosticadas o no han recibido tratamiento adecuado para la tuberculosis. Entre los casos resistentes, 1 de cada 3 casos tampoco ha sido diagnosticado o tratado. Se estima que más de 1.1 millones de niños menores de 15 años se enferman de tuberculosis en todo el mundo (52% de ellos tienen menos de cinco años). En 2018, el 14% de todas las muertes relacionadas con la tuberculosis (205,000 / 1.491,000) fueron niños. Hoy en día esta enfermedad es además la principal causa de muerte entre las personas que viven con VIH/SIDA.

Se sabe que la tuberculosis y el Covid-19 son dos enfermedades infecciosas que se transmiten de una persona a otra cuando la persona infectada tose, estornuda o habla. Estas enfermedades generalmente afectan los pulmones y tienen gran impacto económico y social.

Lo que se está conociendo recién ahora es que los recursos destinados al diagnóstico y tratamiento de pacientes afectados por el coronavirus hoy están generando a nivel global una disminución en la compra de medicamentos para curar la tuberculosis o tratar a personas con VIH/SIDA. Se produce también una merma de los fondos dispuestos en los presupuestos para combatir estas enfermedades y un redireccionamiento del personal sanitario y de los recursos destinados a la rutina de atención o testeo, entre otras consecuencias negativas e invisibilizadas. Es muy probable que con la crisis económica pospandemia y los ajustes presupuestarios que se realicen para afrontar el Covid-19 se recorte aún más el dinero para tratar la tuberculosis y el VIH/SIDA y haya retrasos en los ensayos clínicos de nuevos fármacos, diagnósticos y vacunas. Las donaciones internacionales y la cooperación internacional pueden ver fuertemente reducidas sus partidas.

Sabemos que el 2020 no es un año más. Y aunque es temprano aún para sacar conclusiones definitivas sobre el impacto de la pandemia de coronavirus, tenemos la certeza de que ha cambiado a nivel global nuestra percepción acerca de la fortaleza o debilidad de nuestros sistemas de salud. La actual pandemia resalta, sin lugar a dudas, la necesidad de desarrollar mejores sistemas con cobertura universal de salud y la importancia de financiar con recursos públicos vacunas, tratamientos y diagnósticos.

Los expertos alertan que el impacto del Covid-19 en los programas de prevención de la tuberculosis y VIH/SIDA ya es muy grande y que debemos prepararnos para las próximas medidas de austeridad presupuestaria en la recesión posterior a la pandemia. Se hace hincapié en el hecho de que las personas que integran los grupos más vulnerables son las más afectadas y que el impacto del Covid-19 tendrá repercusiones sin precedentes en la epidemia de tuberculosis. Esto no solo dificultará el logro de las metas acordadas en 2018 en la Declaración Política de la Reunión de Alto Nivel de la ONU sobre tuberculosis sino que además retardará entre 5 a 8 años el progreso en la respuesta a esta enfermedad.

Tenemos que asumir un compromiso como generación. Tenemos que trabajar para sostener y acrecentar los recursos dispuestos para el tratamiento de la tuberculosis y el VIH/SIDA. Tenemos que invertir en las estrategias para abordar esta pandemia y las epidemias o pandemias futuras. Nunca ha sido más claro que es este el momento de invertir en investigación y desarrollo.

Quienes nos abocamos al trabajo de colaborar desde el ámbito público y académico en la prevención de las enfermedades infecciosas no estamos dispuestos a resignar las metas que nos propusimos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. El desafío es grande. El momento es ahora.

Gisela Scaglia es Diputada nacional y Copresidenta del Frente Parlamentario de Lucha contra la Tuberculosis de las Américas

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