¿Se acuerdan de aquella vez en que la política local parecía un espectáculo serio? Olvídenlo. El domingo pasado, apenas 3.115 de los 8.316 empadronados —un paupérrimo 37,46%— se molestaron en votar. De ellos, menos del 22% del padrón (1.828 votos) le dio el triunfo a Unidos para Cambiar Santa Fe, mientras la otra alternativa Más para Santa Fe apenas rozó el 10,56% del padrón (879 boletas). Traducido al lenguaje de la calle: un puñado de vecinos decide en nombre de todos, y el resto… Ni existe.
La difusión de estos números es un duro espejo para el oficialismo, que en lugar de corregir su rumbo, eligió “dormir con el enemigo” —tal como sugieren sus propios actos— prestándose a una alianza que «acatando ordenes de arriba», a simple vista, revela más una farsa de unidad que un genuino proyecto común. Es grotesco que quienes hoy presumen de “unidad”, sean los mismos que, tras bambalinas, se gritan y se aferran a sus siglas, los concejales del PRO y la UCR se pelean como perros y gatos… ¿De qué unidad nos hablan cuando sólo nos dejan un panfleto en la puerta de nuestra casa? El reciente enfrentamiento en la sesión Nº 662 en el Concejo entre Guillermo Poli (PRO) y Guillermo Gallo (UCR) dejó a la vista la impostura: no es alianza, es una parodia de unidad que durará lo que tarde cada uno en sentir que le roban protagonismo.
En 2027, cuando vayan por la intendencia, veremos a los viejos fantasmas del PRO, (los “anti Gizzi” de siempre) y la UCR, desenterrando sus fricciones con más saña que nunca, sirviéndose de cada flash para alimentar sus historietas de heroísmo vacío. Mientras tanto, los cañaseños cargan con las deudas del pasado: fueron, son y serán esos mismos que hoy posan en primera fila, en el encuadre central de las fotos, que enterraron la inversión para llevar gas al nuevo barrio de la ex quinta Sfasciotti en diciembre de 2019. Prometieron progreso; entregaron excusas y facturas sin pagar, solo por un cargo… (Absolutos cínicos).
La legitimidad de este triunfalismo fabricado es un chiste de mal gusto. Nunca en la historia democrática de nuestra ciudad la vara estuvo tan baja: con menos de uno de cada cuatro empadronados respaldando a los ganadores, el Concejo Municipal se convierte en un club de autómatas que no refleja el pulso real de Villa Cañás. Si seguimos así, terminaremos con políticos tan desvinculados de la gente que necesitarán un GPS para encontrar la calle principal.
Romper este ciclo de parodia y mediocridad exige más que un cambio de caras o un nuevo panfleto en el buzón: hacen falta liderazgos dispuestos a demostrar con hechos que merecen la confianza de los vecinos. Porque la verdadera batalla se libra cuando los funcionarios dejan de lado el ego y redimen, de una buena vez, la promesa de servir. Y si no están a la altura, al menos que no pretendan tomar la palabra en nombre de quienes ni siquiera les abrieron la puerta de su casa.
