Nacionales

Editorial: El voto que busca canciones nuevas

Editorial: El voto que busca canciones nuevas

Las recientes elecciones legislativas en la Argentina confirmaron una tendencia que ya venía asomando con fuerza: la política tradicional perdió el monopolio del sentido. Los votantes dejaron de elegir mirando hacia atrás y comenzaron, aunque de manera fragmentaria, a votar pensando hacia adelante. No se trata solo de un cambio electoral; es un cambio cultural.

El promedio de edad del votante argentino ronda los 32 años. Es un país joven, biológica y simbólicamente. Ese electorado creció en una economía inestable, sin certezas laborales ni horizontes previsibles, pero con acceso inmediato a la información dentro de un ecosistema digital, en la volatilidad de los mercados y en una cultura de inmediatez. Los estímulos con los que crecieron moldearon un tipo de percepción distinta: más emocional; menos partidaria, más individualista. Ese electorado no canta las viejas canciones de la política argentina —ni las marchas del peronismo ni los himnos radicales—. Está buscando canciones nuevas.

Javier Milei, más que un fenómeno político, es la consecuencia visible de una brecha generacional. Su ascenso expresa el voto de un sector específico: los jóvenes varones, un grupo que a nivel mundial se muestra más conservador que sus propios padres. Esa inversión histórica —la juventud más reaccionaria que la generación anterior— es parte de un proceso global de redefinición de identidades y pertenencias. En Argentina, ese cuadrante —los jóvenes varones— fue el que inclinó la balanza.

El peronismo, que durante décadas logró sintetizar la esperanza de los sectores populares, hoy enfrenta su propia paradoja: trabaja por la justicia social, pero su persistente fracaso lo condena a intentarlo una y otra vez. El radicalismo, en cambio, padece la paradoja del éxito: nació para democratizar la Argentina y, al haberlo conseguido, perdió su razón de ser. Ambos quedaron atrapados en un pasado que la sociedad ya no busca revivir.

Agustín Pellegrini: «El modelo de Javier Milei llegó para cambiar la Argentina para siempre»

El resultado electoral refleja además una reconfiguración del mapa político: el “no peronismo” se consolidó, pero ya no se limita al antiperonismo clásico. Milei corta transversalmente esa frontera simbólica y representa a la mitad de una Argentina “normal” que ya no se identifica con la división social histórica. Su discurso encuentra eco en territorios donde la política tradicional se agotó, y donde las nuevas economías —energía, minería y tecnología— comienzan a desplazar el peso de los viejos polos industriales y urbanos del país..

El mileísmo, más que antiperonista, es el reverso sociológico del peronismo: si aquel nació de las migraciones internas hacia el conurbano, éste emerge de las migraciones inversas, desde el conurbano hacia las nuevas fronteras del trabajo en el interior del país. La Argentina de Milei no se imagina desde la fábrica, sino desde el yacimiento; no desde el sindicato, sino desde el emprendimiento individual.

Mientras tanto, buena parte de la dirigencia opositora tradicional parece no haber comprendido el cambio. Siguió haciendo política como antes: discursos previsibles, campañas centradas en su propia imagen y una desconexión evidente con los códigos de comunicación actuales. En ese contexto, la política perdió capacidad de emitir señales claras y se transformó en ruido.

La disonancia entre la lógica territorial (donde la política se sigue votando por vínculo) y la lógica mediática (donde se vota por notoriedad) explica en parte el resultado. Los gobernadores e intendentes siguen ganando en sus distritos, pero el clima nacional se define en un espacio digital que ya no controlan.

En definitiva, las legislativas de 2025 no solo redibujaron el mapa político; revelaron una fractura generacional, territorial y simbólica. Las fuerzas tradicionales insisten en cantar sus viejas canciones, pero los jóvenes —los que hacen el mundo actual y el que viene— buscan melodías nuevas.

La política argentina enfrenta un dilema: seguir tocando para un público que ya no escucha o aprender a componer canciones nuevas. Porque el futuro, como siempre, no espera.

Últimas noticias

Subir